El amor de pareja

Por Claudia Rodríguez Acosta, psicoanalista 

Gracias al amor es posible la vida, ya que ese sentimiento es el que nos empuja a cuidar del otro, a procurar su bienestar, darle algo valioso e incluso renunciar a cierta cantidad de amor propio. 

Cada tipo de amor es diferente de acuerdo con el tipo de vínculo y de acuerdo con cada persona, es decir, no es lo mismo el amor hacia un hijo que el amor hacia una pareja; pero tampoco todas las parejas se aman del mismo modo. 

Pensando específicamente en el amor de pareja, el que aparece en los cuentos, repentino, eterno y perfecto, solamente ocurre ahí. 

El amor en la vida real se construye e implica esfuerzo y trabajo; es diferente al enamoramiento, a la pasión y a la euforia. Si bien estos sentimientos intensos pueden aparecer como parte del amor, no son lo único sobre los que se puede cimentar una relación sólida. 

¿Cómo es posible esta construcción? Cada pareja es diferente, cada quien construye su dinámica y sus modos de acercamiento, lo que para algunos es importante no lo es para todos. 

Los roles que tiene cada quién también son diferentes. La organización del tiempo, del dinero, las costumbres, la religión y los ideales de cada uno van a influir en el tipo de relación amorosa que se construya. El amor de pareja precisamente implica esa complicidad y particularidad que se despliega entre dos personas que construyen algo diferente a partir de sus historias de vida. 

Es importante mencionar que en esa construcción no solo hay conductas o aspectos positivos, gratificantes o que son convenientes para ambos; en una relación también se ponen en juego miedos, ansiedades, agresión, y es común que se desplieguen patrones de repetición que forman parte de la historia de cada integrante de la pareja, por ejemplo: conductas violentas. 

Cada pareja construye una relación en la que hay amor, pero también odio y agresión. Y justamente cuando predomina el amor es posible digerir lo demás y poderlo identificar, pensar y, en muchos casos, modificar; en otros casos lo que predomina es el odio o la necesidad (más que el amor), y entonces la vivencia es dolorosa pero difícil de dejar o de modificar. 

Es importante distinguir dentro de cada relación qué es conveniente para cada uno y qué no; qué es amor y qué es violencia; qué es cuidado y qué intrusión; no solo por parte del otro, sino de nosotros mismos. 

En una relación, sobre todo de pareja, es común que, sin darse cuenta, se pongan aspectos propios en el otro como una forma de defensa: es más fácil pensar que el otro hace mal todo a pensar “¿qué tengo que ver yo en todo esto que pasa?”, si tanto me daña, ¿por qué no me puedo ir?

Las relaciones amorosas de pareja son muy complejas, no es como en los cuentos donde hay buenos y malos; en la vida real, dos personas se unen por aspectos conscientes e inconscientes y al estar juntos construyen algo nuevo pero también repiten historias y conductas de sus familias que los han lastimado o que les han impedido avanzar. 

¿Qué se puede hacer con esto? Justamente ahí radica la complejidad y la dificultad para sostener una relación, ya que eso implica confrontarse a sí mismo y darse cuenta de que aquello que nos molesta del otro tal vez tenga que ver también con nosotros y con nuestra historia. 

* Claudia Rodríguez Acosta es Licenciada en Psicología por la Universidad Iberoamericana y Maestra en Psicoterapia General por la Asociación Psicoanalítica Mexicana. Es docente a nivel medio y superior y ejerce psicoterapia psicoanalítica en consulta particular en Ciudad de México, así como por Skype para pacientes que residen en el extranjero.