¿Por qué debes dejar de gritar a tus hijos para reprenderlos?

‘Hijo levanta tu ropa. Mi amor, no dejes tu ropa tirada en el piso, llévala a tu cuarto, por favor. Recoge tu ropa, Juanito’… Tu cara se pone roja, tus ojos parecen salir de órbita, sientes que te transformas y de pronto alzas la voz a un nivel que no sabías que tenías: ‘¡TE DIJE QUE LEVANTES TU ROPA Y LO VAS A HACER EN ESTE MOMENTO!’ ¿Te suena familiar?

Todas las mamás hemos pasado por una situación semejante. Repites una instrucción varias veces y tu paciencia se acaba. El grito parece ser el camino más fácil para reprender a tus hijos, pero analiza nuevamente la situación. ¿Conseguiste un cambio real en su actitud? Quizá llorando levantó la prenda, pero es muy probable que al día siguiente (o a la hora siguiente) volviera a dejar el desorden.

Deja de ser mamá gritona

Los gritos no educan, por el contrario, deterioran el vínculo con tus hijos. ¿Te diste cuenta de su carita cuando vio que estallaste? Alzar la voz es una forma de violencia verbal, el camino corto con resultado contraproducente. No, no te hace ver autoritario, ni logra que te “obedezcan” por miedo. Más bien, les enseñas que pierdes el control y te hace ver débil, fuera ti.Cuando gritamos despertamos en los niños su señal natural de alarma, se ponen a la defensiva, esperan el peligro.

Un estudio publicado en The Journal of Child Development demostró que gritar de forma habitual produce resultados similares al castigo físico en los niños: se liberan cantidades altas en el cerebro de la hormona cortisol, lo que produce ansiedad, estrés y depresión junto con un aumento en los problemas de conducta.

“Cuando se grita a un niño para reprenderlo se están generando impactos en el cerebro. El niño no sabe por qué razón le gritan, si eso es bueno o malo, y se provoca un estado de ansiedad y retracción”, dice la Dra. Edith Alva Moncayo, presidenta del Consejo Mexicano de Neurología.

Al principio sentirán miedo y comenzarán a estar inseguros con sus figuras de referencia, que somos los padres. “Si se usa el grito como método habitual es posible que el niño se vuelva tímido, introvertido, con un estado depresivo persistente en el futuro”, añade la especialista.

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Gritar a los niños les provoca que estén en estado de alerta, esperando peligro, lo que genera estrés y ansiedad. Foto: Pixabay
Gritar a los niños les provoca que estén en estado de alerta, esperando peligro, lo que genera estrés y ansiedad. Foto: Pixabay

Se acostumbran a verte gritar y terminan por no hacerte caso

Pero el niño termina habituándose a los gritos y su capacidad de responder a ellos disminuye. Deberás gritar más fuerte. La escalada se vuelve peligrosa porque el niño va a querer ponerse a tu nivel y gritar también.

Alejandra Velasco, conferencista y autora del libro Soy mamá gritona y quiero dejar de serlo, explica: “Llega un momento en el que el niño se acostumbra al tono alto de voz de su mamá y simplemente ya no hace caso. Algunos padres dicen, ‘es que les gusta que les grite’ y eso no es cierto. Los niños no nos hacen gritar, la culpa no es de ellos, somos los adultos quienes no sabemos regular nuestras emociones”.

En otras palabras, si el objetivo del grito es crear un hábito positivo, estás muy equivocada. Si más bien buscas catarsis, sacar la frustración y mostrar que estás enojada, entonces analiza por qué estás gritando.

La punta del iceberg es el grito, ese es solo el síntoma, pero debajo está toda la causa. ¿Por qué gritamos? Muchas veces la que grita por cualquier cosa es la mamá frustrada, la que está enojada con su esposo, la que tiene un duelo no resuelto, la que está saturada o la que busca la perfección. Queremos quedar bien con el jefe, hacer comida súper elaborada, abarcar muchas cosas. La realidad es que necesitamos ayuda de la familia y la pareja. Antes de gritar analiza tu entorno, reformula la organización y distribución de las labores en casa, crea rutinas con tus niños y date permiso, sé deliciosamente imperfecta”, dice la experta en crianza infantil.

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¿Qué hacer para no gritar?

Aunque parece difícil, hay estrategias que no implican gritar como loca. La palabra clave es la crianza positiva, pero este método requiere planificación y disciplina por parte de los padres.

Habla con tu familia, pon límites y normas. Explícales la importancia de llevar rutinas. Establezcan las consecuencias de transgredir esas reglas para que, a la hora de aplicar la reprimenda, estén conscientes que forma parte del acuerdo.

“Es importante que los padres tengan herramientas de educación y conocimiento de la disciplina positiva y el lenguaje positivo. Esto no significa que los niños hagan lo que quieran, por el contrario, uno de los pilares que deben manejar las mamás es poner reglas y rutinas. Si estableces que a las 8 de la noche se va a bañar tu niño, al cinco para las 8 empiezas a decirle que se debe meter en la ducha. Pero en vez de gritarle, ‘¡YA MÉTETE A BAÑAR!’ Ponle música, bailen, dile las cosas divertidas. De esta manera el niño verá el momento como un juego y va a estar esperando la hora del baño con alegría”, explica Velasco.

Si a través del grito buscas un cambio de hábitos positivos, estás muy equivocada. Foto: Pixabay
Si a través del grito buscas un cambio de hábitos positivos, estás muy equivocada. Foto: Pixabay

Sé consciente de que eres mamá gritona y soluciónalo

El paso de ser mamá gritona a mamá con herramientas de crianza positiva es un proceso e implica autoconocimiento y ser conscientes del momento en que estamos perdiendo los estribos para evitarlo. Recuerda que los niños aprenden por imitación, así que, si aprendes tú a controlarte, también les ayudas a que den ese paso.

“Los padres deben tratar de controlarse y en lugar de gritarles a los hijos manejar una distracción para que puedan integrarse adecuadamente y entender. Si ustedes le explican por qué razón se enojaron y qué hicieron mal lo va a entender claramente, pero hay que decírselo en una forma congruente y tranquila”, dice la Dra. Alva Moncayo.

Por su parte, Alejandra Velasco agrega: “Antes de gritar respira, ponte un alto de unos segundos y di: ‘yo soy el adulto, él es un niño, yo me tengo que controlar, no él a mí’. Solo lucha las batallas que tienes que luchar, no te exasperes por cualquier cosa. Ponte una liga y cada vez que vayas a gritar, jálala. Tal vez te funcione un calendario y, cada vez que grites, ponle una rayita. El chiste es que seas consciente y pienses en detenerte. Lo vas a lograr”.

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¿Cómo lograr que tus hijos hagan caso?

Lograr que los niños atiendan tus instrucciones también es un proceso, pero la práctica realmente cambia el cerebro. El Dr. Alan Kazdin, profesor de psicología de la Universidad de Yale, promueve un método de antecedentes, comportamientos y consecuencias.

  • Antecedentes: Se le dice al niño específicamente y con palabras acordes a su edad, lo que quieres que haga y lo que esperas de él.
  • Comportamiento: Es el definido y moldeado por los padres con el ejemplo.
  • Consecuencia: La aprobación cuando se realiza ese comportamiento.

Si ponemos en práctica este método, en lugar de gritar a tu hijo porque no levanta su ropa, por ejemplo, en ese momento levanta la tuya y dile, ‘vamos a ordenar juntos’ (sin hacerle su parte). Si lo hizo, o incluso si acercó la ropa donde debería estar, dile que hizo un buen trabajo, abrázalo y explícale exactamente por qué lo estás elogiando. Si no hace caso ponle la consecuencia establecida anteriormente, no ver televisión, no usar ese juguete, etc.
Inténtalo, bien dice el refrán, se obtiene más con miel que con hiel.

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