Coparentalidad: tener hijos en común sin ser pareja

Por José Ángel Araujo

Si buscas la definición en la Real Academia Española (RAE), el resultado es un aviso: “la palabra coparentalidad no está en el Diccionario”. Esta es una creciente e innovadora forma de convertirse en mamás y papás, pero sin tener que pasar por el “trámite tradicional”: “la coparentalidad es una clase de fenómeno social donde dos personas que no son pareja ni viven juntos se comprometen con la crianza de un hijo en común”, explica el psicoterapeuta Mario Guerra.

Y aunque se puede explicar con unas cuantas palabras, hacerlo posible no es tan sencillo, ¿o sí? ¿Acaso es el futuro de una felicidad y equilibrio emocional en más hogares?

El psicoterapeuta asegura que las tendencias apuntan a este tipo de modelos: papás y mamás criando hijos e hijas sin ser pareja y que no buscan vivir juntos. Aunque, para nadie es extraño que por años hemos visto esta suerte de coparentalidad como resultado de un divorcio.

Una nueva forma de tener hijos

Mario Guerra, también autor de Los Claroscuros del Amor, señala que la coparentalidad será inevitable, y aunque habrá sectores o personas que se resistan a ello, cada vez habrá más apertura a esta y otras estructuras familiares.

Hay claves para adoptar estos cambios. Primero, entender que las relaciones de pareja son “acuerdos sociales donde se involucran emociones y donde todo se fundamenta en el lenguaje”, señala el experto en temas de pareja y desarrollo humano.

“La coparentalidad es la decisión de tener una relación y un vínculo con los hijos e hijas, pero también con la otra parte, con quien se comparte el mismo interés: niños con un mejor futuro”.

Mario Guerra, psicoterapeuta

Coparentalidad es corresponsabilidad

Sin importar que la coparentalidad llegue por un divorcio o como una decisión para tener hijos sin pareja, el psicoterapeuta recomienda tener presentes tres pilares fundamentales para que todo marche de la mejor manera posible:

  • La comunicación, que es la capacidad de hablar con la otra parte del compromiso, de hacer acuerdos, de poner reglas, de visualizar y planear juntos a favor del bienestar de los niños.
  • La flexibilidad. Aunque tengan un plan detallado, siempre hay algo que puede cambiar. Es importante estar dispuestos a ajustar las estrategias de crianza, para lo que también la conversación es importante, y no callar lo que no les parezca adecuado o les sea inconveniente.
  • Las emociones. El estado emocional de cada uno es fundamental. Si las emociones negativas los arrastran, el apoyo de un profesional es lo más adecuado, ya que si emocionalmente no están bien, las conversaciones se convertirán en pleitos y no habrá flexibilidad ni apertura a los cambios.

Una normalidad para los niños

Este tema debe hablarse de una manera natural con los hijos e hijas, “porque no hay nada extraño ni malo en ello”, enfatiza el especialista. En el caso de los pequeños cuyos padres se separan después de una relación sentimental, es importante hacerles saber que se les seguirá queriendo: “no hay ex-mamás o ex-papás y deben saber que siempre serán amados y escuchados”.

Con los niños, no se deben hacer promesas insostenibles. La relación padres-hijos también se basa en la confianza, por eso se debe cumplir con el acuerdo que se hace con ellos.

El concepto de familia ha evolucionado lenta pero notablemente en las últimas décadas, y aunque queda mucho por recorrer, la mayor parte del camino pinta bien: mayor tolerancia y respeto para la diversidad y para el amor.

Para tener una coparentalidad no es necesario mantener una relación afectivo-sexual entre madre y padre. Lo que tienen en común es el acuerdo y compromiso de la crianza de manera conjunta.

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