Esos temidos cólicos del lactante

Por José Ángel Araujo

¿A qué mamá no le aterra que su bebé sufra de cólicos? ¡A todas! Pero son tan comunes en los primeros meses de vida que pocos pueden escapar de ellos. El problema con los cólicos es que no es fácil identificarlos, ya que a esta edad los pequeños no tienen otra manera de expresarlos que con llanto, con el que también anuncian que tienen hambre, frío, sueño o un pañal sucio.

Cuando hay cólico, el llanto suele ser más intenso y por lapsos mayores, de hasta tres horas. La Academia Americana de Pediatría señala que esta irritabilidad puede durar hasta por seis semanas, para después reducirse a una o dos horas al día hasta por cuatro meses. Afortunadamente esta incomodidad no dura todo el día. En general, el bebé es feliz la mayor parte del tiempo, pero luego llega la irritabilidad causada por el cólico. Es más probable que ocurra por la tarde-noche.

Los síntomas suelen presentarse después de las primeras seis semanas de nacido y duran hasta los tres o cuatro meses. Además del llanto, hay movimientos repetitivos de las piernas hacia el vientre, puños apretados y cara enrojecida.

“Se trata de un trastorno digestivo transitorio de los lactantes y suele ser común, ya que el aparato digestivo de los bebés se encuentra en proceso de maduración”, explica la doctora Sydney Greenawalt, pediatra especialista en nutrición clínica. Advierte que es importante dar seguimiento para asegurarse que no exista alguna otra enfermedad.

El cólico del lactante se caracteriza por episodios de llanto frecuente, sin ningún problema de salud aparente, con una duración de tres o más horas al día, por tres o más veces a la semana. Suele acompañarse de movimientos repetitivos de las piernas hacia el vientre.

La lactancia materna contribuye a la maduración adecuada de su sistema digestivo y los bebés la digieren mejor. En los casos en los que se lleve una alimentación mixta, la doctora Greenawalt recomienda considerar fórmulas infantiles con necesidades especiales de nutrición, como las que contienen proteína de suero parcialmente hidrolizada, adicionadas con prebióticos y otras sustancias que ayudan al crecimiento óptimo del bebé.

¿Qué podemos hacer? La Academia Americana de Pediatría hace una serie de recomendaciones que vale la pena llevar a cabo:

  • Si estás amamantando, intenta eliminar de tu dieta lácteos, cafeína, cebollas, col y cualquier otro alimento potencialmente irritante.
  • Alimentar demasiado a tu bebé podría causarle incomodidad. En general, los lactantes piden cada tres horas. Trata de esperar, al menos, de dos a dos horas y media entre una y otra toma. Observa si tener un mejor control del tiempo lo ayuda.
  • Dale un paseo en carriola para tranquilizarlo. El movimiento y el contacto físico lo ayudarán a disminuir su incomodidad.
  • Los sonidos rítmicos y constantes también pueden ayudarlo a dormir. Mécelo y apóyate de música o sonidos como el de la lavadora.
  • Acuéstalo boca abajo, sobre sus rodillas, y frota suavemente su espalda. La presión contra su estómago lo va a consolar.
  • Dale un ligero masaje en su pancita, siguiendo la dirección de las manecillas del reloj.
  • Envuélvelo con una cobija grande y delgada para que se sienta seguro y cálido.
  • Consulta con tu pediatra para asegurarte de que el llanto no se relaciona con algún otro problema médico que pueda requerir tratamiento.
  • Si lo alimentas con leche de fórmula, lo más probable es que su pediatra te pida que prueben con otra especial.
  • Sé paciente, resolverlo puede ser agotador, pero cuando menos lo esperes tu bebé estará libre de molestias.

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